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martes, 6 de mayo de 2025

El timón de mando y la brújula del porvenir




Prensa Única RD

Cápsula naval 
 
Por: Homero Luis Lajara Solá

En la navegación de los pueblos, como en la de los buques, el principio de autoridad no es un lujo ni un simple bastón de mando: es el timón donde se afirman la ruta y la quilla que resiste las corrientes del caos. 

Cuando la autoridad se relativiza, el navío institucional y social se vuelve vulnerable al naufragio moral y estructural.

El verdadero comandante no gobierna para el aplauso del momento, sino para la seguridad del porvenir. 

Así lo entendió el almirante Tōgō Heihachirō, estratega implacable y silencioso, que en la batalla de Tsushima no solo hundió la flota del Báltico, sino que demostró cómo la disciplina, la planificación y la visión a largo plazo son más poderosas que la mera superioridad numérica.

Tōgō no improvisó. Navegó con el alma fija en los astros y la mirada puesta más allá del combate inmediato.

Su autoridad no se ejercía con estridencia, sino con serenidad implacable, como el oleaje que parece manso, pero arrastra continentes. 

Ese es el tipo de líder que necesitan las naciones: el que forma hombres, traza rutas seguras y permanece fiel al bien común, incluso cuando su sombra ya no cruza la cubierta.

La historia dominicana ha sido salvada varias veces por la divina Providencia, pero no es prudente gobernar esperando milagros. 

Si no se establece un ejemplo firme y una visión clara, las futuras generaciones serán sorprendidas por maremotos institucionales peores que los ya vividos. 

El principio de autoridad debe blindarse con integridad, visión y firmeza porque ningún navío permanece a flote durante mucho tiempo sin un capitán que sepa leer el cielo.

El que no sepa eso… que declive el timón con elegancia.

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