Por: HOMERO LUIS LAJARA SOLÁ
Dos días después de que mi madre, la primerísima actriz Monina Solá, subiera a la morada celestial, comencé a elaborar un ensayo sobre ella. En estas reflexiones que asumí desde que ella partió este 29 de abril me mantuve meditando sobre ese caudal de remembranzas didácticas que despertó mis musas.
Comencé a levar anclas literarias con rumbo a mi propósito, el más emocional desde que hace 12 años, don Miguel Franjul, me invitara a ser parte de la tripulación del portaaviones de la prensa nacional, el Listín Diario.
Entre las enseñanzas de mi madre recordé uno de sus sabios consejos: “siempre sé agradecido y extremadamente bondadoso. El que te odia ve en ti lo que él no puede ser, déjalo que lo haga solo y vivirás muchos años en paz y tus hijos no tendrán traumas. Quien sabe quién es, no necesita demostrar nada”.
Cuando ella me dio esos consejos de oro no se imaginaba que la revolución tecnológica con el uso no adecuado de las redes sociales se iba a convertir en roca tarpeya moral, a veces sin testigos ni pruebas, intentando destruir reputaciones y chantajeando.
Despidiendo a ese ser, mi madre y heroína que me colmó de tanto amor y orientaciones que forjaron en mí la estructura para soportar las penalidades de la vida, obtuve las fuerzas para sostenerme en pie y asumir el papel que me correspondía.
Cuando a mis hijos les toquen situaciones fuertes y los desafíen mares procelosos, seguro que se acordarán de lo que vieron ese día en su padre y sabrán poner la proa a las olas y romper agua para seguir navegando la vida con sus subidas y bajadas, aplicando la doctrina familiar de resistir como un espartano y a no ser indignos ni serviles.
Ella fue muy humilde, no le hubiese molestado que a sus exequias fúnebres no asistiera ninguna autoridad oficial, ni que a nadie del gobierno se le ocurriese que a una dama de esa categoría, que entregó 80 años al arte con altura, en su ruta final no se haya ni siquiera pensado en pasarla por su alma máter, el teatro de Bellas Artes.
Pero en vez de una crítica, emulando el estilo de nuestra matriarca, voy a asumir esos desatinos como una “lección aprendida”, bajo el entendido de que no hubo mala intención, sino la falta de una asesoría adecuada, y que en el futuro, cuando fallezca otra gloria del arte, haya una directiva que indique en detalle el protocolo a seguir.
Entre las enseñanzas de mi madre puso énfasis en que toda vida debe tener un propósito noble que inspire ser lluvia en vez de ver llover, aportando para mejorar las cosas que encontramos.
Aprovecho para agradecer, en nombre de la familia, tantas manifestaciones de admiración, cariño y de “duelo espontáneo” de diversos sectores empresariales, culturales y sociales con expresiones de pesar por la partida de mi madre.
A sus hijas e hijos del teatro, a los demás integrantes del sector no oficial del arte y la cultura, junto a mis compañeros de armas, activos y en honroso retiro, encabezados por el señor ministro de Defensa, así como a los tantos amigos que nos acompañaron en las exequias y en el camposanto. ¡A todos gracias del alma!
El libro
Espero que el libro: “Monina Solá, leyenda del teatro dominicano”, compilación de su vida y su obra, a cargo no sólo de su hijo, sino de familiares, directores, actrices, actores, publicistas y coreógrafos, que dan testimonios sobre esa gran esposa, madre, actriz y amiga, sea faro de luz.
Al leer el libro muchos se darán cuenta de que la historia del teatro dominicano no se puede escribir sin los aportes de Monina Solá, orgullo nacional, y Ministerios, no solo el de Cultura, sino otros como el de la Mujer y el de la Juventud, exalten esas vidas ejemplares, dignas de emular.
Es misión de los gobiernos fomentar la educación y la cultura, por medio de funcionarios públicos con el perfil de la virtud, el talento y la experiencia, para así fortalecer la identidad nacional, como lo hizo Duarte con la Filantrópica y la Dramática, utilizando el teatro para difundir las ideas que abrieron los senderos de la libertad.
Alfarera de mi existencia, en víspera del “Día de las Madres”, ocasión que aprovecho para felicitar a las demás madres en el cielo, símbolos de majestuosidad y hermosura, y en la tierra. Hoy, día de tu fecha natalicia, te aseguro que estarás más presente que nunca, este y todos los años de mi vida.
Finalizo con un pasaje de Isabel Allende en “Cuentos de Eva Luna”, propicio para la ocasión: “La muerte no existe, la gente solo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo”.
Descansa en paz, mami. Per Omnea Secula Seculorum. Amén
Vía: Listín Diario